ENSEÑAR AL QUE NO SABE

Una mamá amantísima se dirige temprano por la mañana hacia la habitación de su hijo. Abre la puerta y, con todo su cariño, sacude levemente el hombro de su retoño, que duerme plácidamente, diciéndole:

- Vamos, cariño, levántate que es hora de ir al colegio.

El hijo, remoloneando, le contesta:

- No quiero ir al colegio, mamá.

La madre, no sin cierta comprensión, le mira y le dice:

- ¿Por qué no quieres ir al colegio, hijo mío?
- Por tres razones muy importantes, mamá.
- Y, ¿cuáles son esas razones, si pueden saberse?
- La primera porque tengo mucho sueño. La segunda porque no me gusta el colegio, son muchas horas y la tercera, porque los niños se ríen de mi y me pegan.


La madre se sienta en la cama a su lado y le argumenta:


- Pues, yo te voy a dar tres razones por las que tienes que ir, cariño mío. La primera porque es tu obligación. La segunda porque tienes cuarenta y siete años y la tercera porque eres el director del colegio.



Viene a cuento esta historia porque hoy debieran empezar todos los colegios para los estudiantes de Primaria y Secundaria. Pero, he aquí que la Comunidad de Madrid, junto con otras, han cometido el imperdonable pecado de pedir un esfuerzo extra a los profesores de Educación Pública, solicitando de ellos el "ingente" esfuerzo de impartir veinte horas lectivas semanales, en lugar de las dieciocho que venían trabajando, estando previsto en la Ley de Educación que, incluso, se podrían solicitar veintiuna horas lectivas semanales. Esta petición se fundamenta en un notable ahorro económico, (algo muy importante en estos tiempos de crisis), cuyo montante iría a conceder más becas y otros menesteres en beneficio del alumnado. Y los profesores se han puesto en pie de guerra, convocando una huelga, ante tamaña "explotación" laboral. Es evidente que no sólo trabajan esas dieciocho horas. A ellas hay que añadir el tiempo empleado en tutorías, visitas de los padres de los alumnos, refuerzos, etc. Con todo, no llegan ni con mucho a las cuarenta horas semanales.

Más de una vez, he dicho que recuerdo con enorme cariño y profundo respeto a todos y cada uno de mis profesores que, con su esfuerzo, contribuyeron decisivamente a darme una educación que considero digna. Les recuerdo impecablemente vestidos con traje y corbata. Nos mostraban su cariño, sin menoscabo del respeto que les debíamos. Cada vez que un profesor entraba en un aula, todos nos poníamos en pie en una inequívoca demostración de respeto.

Hoy en día, he visto profesores con camisetas de grupos musicales "heavy" por encima de un pantalón vaquero roto por varios sitios, (es la moda). Ya no se les habla de usted, sino que se les tutea porque, en esta especie de "socialización" de la enseñanza, ya no son profesores, sino "coleguis" de sus alumnos. Y, aquellas brisas han traído estos huracanes de la falta de respeto total. Los alumnos se mofan de ellos y hasta les agreden, viéndose obligada la clase política a investirles con  el rango de "autoridades", con implicaciones penales en caso de sufrir alguna agresión. ¿Acaso es que ya no tenían esa autoridad, en este caso moral? Y, si no la tenían, ¿Quién o quiénes son los culpables de haberla perdido?

Dicen los "profesores" de Educación Pública que "este incremento de dos horas lectivas semanales repercutirá negativamente en la calidad de la enseñanza". ¿Más todavía? Porque, el nivel educativo español es de pena. Como en casi todo, a la cola de Europa. Y, si algún "profesor" lee estas líneas, mucho me agradaría que me explicara, contestándome a esta simple pregunta: ¿Por qué repercutiría negativamente en la calidad de la enseñanza? Por más que le doy vueltas al asunto, no encuentro una razón plausible.


Me caben muchas más preguntas. Por ejemplo:


¿Cuántas de las cinco millones de personas sin trabajo darían lo que fuera, no por trabajar veinte horas lectivas, sino cincuenta o sesenta horas semanales, para poder llevar un sueldo a su familia y sentirse libres?


¿Es éste el respeto que sienten ustedes por sus alumnos? ¿Cómo entonces demandan respeto de los alumnos hacia ustedes?


¿Es ésta la enseñanza y la educación que pretenden imbuir a nuestros hijos? Me refiero a vivir como sea con el mínimo esfuerzo? ¿Se les ha ocurrido a ustedes pensar que el secreto de una sociedad de éxito, el secreto de la excelencia no es otro que el esfuerzo personal? Ésto es, trabajar mucho más y mejor para lograr una productividad óptima. No hay atajos en este sentido.


Ustedes no son vocacionales. Son simples funcionarios que exclusivamente aspiran a poner la mano a fin de mes para llevarse un sueldo con el mínimo esfuerzo.


Y, por último.


¿No será que están siguiendo los dictados de unos sindicatos totalmente desacreditados que, por mor de las injustas subvenciones con nuestro dinero que han recibido de un gobierno incalificable, han estado callados sin levantar ni una sola vez la voz en defensa de cinco millones de trabajadoras y trabajadores que, pese al mandato de nuestra Constitución, se les ha negado el derecho al trabajo y, en consecuencia, a su libertad?


Si es así, que Dios ampare a nuestros hijos.